Por Qué Tu Vida Parece un Videojuego
Medir todo se convirtió en la nueva esclavitud digital
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¿Recuerdas cuando las cosas simplemente eran?
Cuando leías un libro porque te gustaba, no para completar tu meta de lectura anual. Cuando cocinabas para disfrutar el resultado, no para fotografiar el plato y sumar puntos en alguna app nutricional.
Ahora todo tiene que tener un propósito gamificado: contribuir a algún puntaje, a alguna métrica, a algún ranking personal o social.
Es como si hubiéramos desarrollado una alergia existencial al simple estar.
“Lo que no se mide, no se mejora”, nos dicen.
Y nos pusimos a medir todo como científicos locos obsesionados con nuestros propios experimentos. Pasos, macros, calorías, minutos de meditación, horas de pantalla, vasos de agua, llamadas perdidas, emails sin leer, racha de ejercicios, nivel de estrés, calidad del sueño, tiempo en redes sociales...
¡Hasta hay apps para medir cuánto tiempo pasas en otras apps!
Es una recursión infinita de autovaloración que haría llorar a cualquier programador.
El problema no es que midamos cosas. El problema es que empezamos a ser esas mediciones.
“Soy un tipo que camina 10.000 pasos al día y promedia 85% de sueño efectivo”.
¿Qué pasa si “solo” llegas a 9,000 pasos o al 80% de sueño? Es el trigger de una ansiedad que desemboca en depresión existencial.
¿Te quejas del trabajo corporativo tradicional porque solo eres un número más, pero te entregas voluntariamente a un listado de cifras por cumplir en tu vida privada?
No hay mucha diferencia. Terminas siendo esclavo de los números al fin y al cabo.
Ese es el mundo en el que decidimos vivir.
Uno donde eres, simultáneamente, jugador y protagonista de un videojuego que nunca pediste jugar.
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Tu Avatar Cuántico
Tu smartphone es tu Game Boy personal (Switch, para los Z) que nunca se apaga y cada app es un juego diferente:
Headspace: El simulador de mindfulness donde hasta la paz mental tiene racha diaria.
Duolingo: El juego de idiomas con ese búho pasivo-agresivo que te hace sentir culpable.
Instagram: El juego de popularidad donde los likes son la moneda y tu autoestima es el precio.
¿Cuándo tu vida se convirtió en un tutorial de The Sims?
Cada aspecto de nuestra existencia ha sido rediseñado por Product Managers que leyeron medio libro sobre psicología conductual y entrenaron algoritmos para mantener nuestra atención el mayor tiempo posible.
Puntos, insignias, rachas, notificaciones, rankings y esa pequeña inyección de dopamina cada vez que completas una misión.
Te han entrenado para ser un hámster digital, corriendo cada vez más rápido en tu rueda solo para llegar al mismo lugar, alimentando el laboratorio digital con cada giro.
Pero, la experiencia subjetiva queda secuestrada por datos objetivos que, en el fondo, no capturan ni la mitad de lo que realmente viviste.
Algunas cosas se pueden medir y está bien hacerlo. Otras, se destruyen cuando las mides.
Tu nivel de glucosa o presión arterial necesitan medición para mantenerte vivo. Perfecto.
La paz mental se destruye cuando la transformas en una meta por completar.
Piensa en cada aspecto de tu vida como un experimento cuántico; como el gato de Schrödinger: el acto de medirlo cambia fundamentalmente su naturaleza.
Entonces, cuando todo momento de tu vida está siendo monopolizado por sistemas que necesitan que siempre estés jugando, ¿cómo saber qué medir y qué dejar en paz?
La única forma de ganar un juego amañado es no jugarlo.
El Bug del Aburrimiento
El juego en el que vives no tiene final porque los finales no son rentables. Si completaras todas tus metas de fitness, dejarías de usar la app.
Por eso, cada objetivo que alcanzas inmediatamente se reemplaza por uno nuevo.
Sin embargo, no dejemos que el juego del “mejoramiento continuo” se convierta en una suscripción vitalicia a la insatisfacción permanente.
Para analizar el juego y saber cómo jugarlo mejor, debemos salir de él.
¿Qué queda cuando apagas todos los juegos? Queda el aburrimiento.
Y los algoritmos odian el aburrimiento, porque para ellos es improductivo.
No genera datos.
No produce engagement.
No se puede monetizar.
Cada momento de pausa en tu vida es una oportunidad perdida de venderte algo o extraerte información.
Pero, cuando te aburres, dejas de ser un avatar optimizando estadísticas y vuelves a ser persona, porque tienes espacio para pensar.
Pensar, conscientemente, cuándo juegas sus reglas, cuándo juegas las tuyas y cuándo, simplemente, vives.
Será tu decisión, no la que te dictó una app.
Los videojuegos eran algo que hacías para escapar de la realidad. Ahora, la realidad es algo que debes hacer para escapar del videojuego que es tu vida.
Recupera los Momentos Sin Score
No se trata de borrar todas las apps.
Medir para optimizar actividades básicas (salud, finanzas, trabajo) está bien. Pero en medio de la obsesión por la productividad, estamos tratando de objetivizar lo subjetivo de la vida.
Entiende que, como dije la semana pasada, no somos…
Esto es una lucha constante. Pelea por el lujo de hacer cosas que no contribuyen a ninguna métrica.
Leí en una Nota de Substack hace unas semanas, lo siguiente:
Vivimos en una cultura que sobrevalora lo cognitivo y desprecia lo somático.
Despertemos a lo subjetivo, a lo somático, a lo humano. Con la llegada de la IA, es lo que hay que rescatar.
Porque al final del día, las mejores partes de tu vida van a ser esas que no se pueden medir.
¿O también necesitas una app que te diga qué sentir?
¿Cuál es la métrica más absurda que has medido alguna vez? Sin juicios, solo curiosidad.
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