La Dualidad del Creador: Arte vs. Comercio
Tensión creativa constante entre visión y rentabilidad
¿Admiras la terquedad casi romántica de ese director cuya película nunca se filmó porque "no cedió a los estudios"?
Yo también.
La Dune de Alejandro Jodorowsky es quizás el ejemplo perfecto de esto. Es el Mito del Genio Incomprendido.
Un proyecto tan ambicioso que nunca pudo materializarse, pero cuyo fracaso generó un culto de admiración mayor que muchas películas exitosas. Lo celebramos precisamente porque nunca tuvo que enfrentarse a la realidad comercial.
Se quedó en una idea, un ideal.
Y ninguna obra real, por admirada que sea, puede competir con eso.
Mucha gente olvida que la idea de Jodorowsky es que “cuando haces una película no debes respetar la novela” y que su intención con las novelas de Frank Herbert era “violarlas”.
Pero, si somos honestos, esa obra maestra de Jodorowsky —que nunca existió— no pagó facturas. No generó empleos. No llegó realmente a ningún espectador más allá de la imaginación.
¿Qué impacto significativo tiene?
Admiramos la pureza artística desde la comodidad de no tener que sostenerla económicamente.
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¿Somos Convenientes en Nuestros Juicios?
La lucha del creador moderno es constante.
En un extremo, cuando consumimos arte, veneramos al artista inflexible que antepone su visión pura a cualquier concesión comercial. En el otro, cuando creamos, valoramos términos como "rentabilidad" y "público objetivo". De pronto, nos preocupamos por el ROI.
Una de las razones del fracaso es que era algo demasiado diferente a lo que existía en ese entonces.
Más allá del presupuesto desbordado —Jodorowsky no pensaba en dinero, porque no le importaba, pero tampoco lo estaba poniendo— y la duración final —alrededor de las 10 horas—, el estudio y los productores no sabían cómo clasificarla.
Encasillamos las obras artísticas en géneros específicos, no para limitar al creador, sino para ayudar al público a descubrir lo que busca. Es un acto pragmático.
El mismo libro que argumenta contra las convenciones comerciales probablemente fue categorizado de forma estratégica por su editorial para maximizar ventas.
Hasta la rebelión se etiqueta para su conveniente comercialización.
Pero es la misma lucha que han sostenido los artistas a través de la historia, solo que hoy se magnifica dado el número de jugadores (la oferta es incalculable), el terreno donde se juega (digital, de fácil acceso) y la necesidad de novedad por parte del público (en realidad, consumidores).
Nadie habla de las obras por encargo que hicieron Da Vinci o hasta el propio Giger.
Cuando juzgamos, lo hacemos con ojos de quien no depende emocional o económicamente de la obra; bien sea como público que espera que un extraño cumpla todos sus gustos por $1 al mes, o como artista que ya triunfó y ahora hace lo que quiere.
¿Qué hacer como creador?
Comparte este post con esas personas que están buscando su equilibrio creativo.
Lo "Correcto" es Contextual
Existen tres verdades objetivas:
El arte es esencial para nuestra humanidad.
El dinero es necesario para nuestra supervivencia.
La tecnología es inevitable en nuestra evolución.
Quien logre navegar esta intersección —explotar la tecnología a partir del arte— tendrá abundancia material (dinero).
¿Hacer esto es correcto?
La respuesta a esto siempre dependerá de tu marco de referencia:
¿Buscas viabilidad económica?
¿Integridad artística?
¿Utilidad práctica?
Porque, un museo puede justificar una cáscara de banano pegada en una pared, pero ¿realmente de qué sirve?
Entonces, lo correcto es definir un equilibrio de estos parámetros para obtener un resultado.
Sin embargo, el equilibrio dependerá de tus prioridades personales. Y esas prioridades, por lo general gustos, deseos y moral, son subjetivas.
Pero no por eso, menos importantes.
El Espectro del Creador
Al final, cada creador debe posicionarse conscientemente en este espectro:
¿Quieres ser artista puro? Dedícate a hacer arte sin concesiones.
¿Quieres maximizar ganancias? Enfócate en lo que el mercado demanda.
¿Buscas un balance? Define claramente cuánto estás dispuesto a ceder.
Yo todavía estoy encontrando mi lugar en ese espectro. Algunos días sueño con ser Jodorowsky. Otros, reviso ansiosamente métricas de engagement.
Quizás la verdadera maestría no está en elegir un extremo, sino en habitar conscientemente la contradicción, reconociendo que nuestra posición cambiará según el proyecto, el momento vital y, sí, nuestra propia conveniencia.
Y eso no está mal.
¿En qué punto del espectro te encuentras hoy?
El Dune de Jodorowsky es un ejemplo excelente. La pura idea de Welles, Jagger, Giger, Dalí y demás en un solo proyecto ya es leyenda.
El anti-ejemplo tal vez sea la versión del Quijote de Terry Gilliam. Muchos dicen que tenía más peso sin filmarse.
Y hay ejemplos en la ciencia de lo mismo. Hoy ya se desarrolla la idea genial, aberrante, carísima y muy posiblemente sin resultados de un colisionador de muones. Qué leyenda.
Borra los bordes manufacturados de la imaginación.
Una nota sobre las tres verdades objetivas:
Lo son en este preciso momento histórico. Pero ha sido diferente en el pasado y puede ser diferente en el futuro. Al menos para dos de ellas. El ser humano, como especie, vivió más tiempo sin arte ni dinero que con.
Y la tecnología, ni hablar, nació antes que H. sapiens.
Ahora más que nunca nos encontramos en esta dicotomía entre el algoritmo y el arte. No importa de qué lado nos inclinemos, todos terminamos negociando en algo. Excelente artículo.