¿Por qué extrañamos lo analógico en la era digital?
Vinilos, cámaras analógicas y juegos de mesa resurgen como refugio de lo real.
El fin de semana estuve en la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBO), Colombia.
—El país invitado de este año es España (¡saludos a la península!)
Este espacio renueva tu contacto con la literatura. Cuando sales, incluso antes, solo quieres comerte un libro —o preparar uno.
Pero más allá de los libros y las charlas, lo que me dejó pensando fueron dos comentarios, de dos personas distintas, sobre cosas que ni siquiera eran libros.
Primero, de mi novia, señalando un local de juegos de mesa:
Ve ese poco de gente. Negocios como ese tienen gran acogida en este tiempo, ¿no crees?
Después, de un vendedor:
Hasta hace un par de años yo era solo videojuegos. Un día, me dio un ataque de pánico jugando a las 2 de la mañana y pensé que no podía seguir así. Entonces me metí en los juegos de mesa más allá del parqués, conocí la comunidad, me relacioné con gente y ahora trabajo en una empresa que se dedica a eso.
¿Por qué me dan vueltas en la cabeza esos comentarios?
Porque es una muestra —y un recordatorio— de que mientras más nos sumergimos en lo digital, más anhelamos lo tangible.
“Errante Digital” es una publicación que analiza cómo la digitalización influye en nuestra cultura y en nosotros.
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El Auge de lo Analógico en Números
No es solo una impresión subjetiva.
Los vinilos, supuestamente, habían "muerto" hace décadas.
Sin embargo:
En Estados Unidos, se registraron ventas de 43 millones de unidades en 2024. Marca 18 años consecutivos de crecimiento.
En Reino Unido, el mercado de vinilos creció un 10,5% en 2024, con 6,7 millones de discos vendidos el año pasado.
Y no, no solo hablamos de coleccionistas veteranos.
Según un reporte de Vinyl Alliance, en 2024
El 76% de los fans del vinilo de la generación Z compró discos al menos una vez al mes.
Entre ellos, el 50% de los encuestados colecciona vinilos para desconectarse de la vida digital — más que los millennials (49%) y la generación X (34%).
Una aparente ironía para una generación nacida con Spotify bajo el brazo.
Pero la cosa no acaba ahí.
Se estima que el mercado de juegos de mesa tenga un crecimiento incremental de USD 5,17 mil millones entre 2024 y 2029.

Hay algo extraño en todo esto, ¿no crees?
En el momento en que toda nuestra vida puede caber en un smartphone, elegimos llenar nuestros espacios con objetos grandes, pesados y menos "eficientes".
La Fatiga Digital
Netflix tiene más de 15,000 títulos en su catálogo global. Spotify ofrece acceso a más de 100 millones de canciones. Steam cuenta con más de 50,000 juegos.
Y, aun así, pasamos 20 minutos decidiendo qué ver antes de resignarnos a repetir "How I Met Your Mother" por decimoquinta vez. Parálisis de decisión.
Cuando las opciones son infinitas, elegir se vuelve agotador.
💡 El individuo promedio pasa 6 horas y 38 minutos diarios en actividades digitales (relacionadas con internet).
Nuestros cerebros no evolucionaron para procesar toda la información recibida en ese tiempo de exposición a dispositivos electrónicos.
Por eso, a veces, mostramos patrones similares al agotamiento por estrés prolongado.
Los juegos de mesa, por el contrario, ofrecen un menú limitado:
Tienes estos dados, estas cartas, estas fichas.
Las reglas son finitas y claras.
No hay actualizaciones, no hay DLCs, no hay algoritmos sugiriéndote "otros juegos que podrían gustarte".
Es refrescante como un vaso de agua después de una sobredosis de información.
Lo digital tiende al infinito. No hay un fin natural ni punto de cierre. Siempre puedes ver un episodio más, “scrollear” un poco más.
Lo analógico, en cambio, impone límites saludables:
El juego termina cuando se acaban las cartas.
La conversación termina cuando la gente se va a casa.
El libro termina en la última página.
Y hay algo profundamente terapéutico en eso.
El Valor de lo Irreversible
¿Recuerdas cuando tomar una foto significaba algo?
Tenías 24 o 36 disparos en un rollo. Cada uno contaba. No había vista previa, no había filtros, no había borrar. Disparabas y rezabas para que saliera bien.
En un mundo donde podemos retocar selfies en 30 segundos y editar nuestras palabras antes de publicarlas, celebramos lo que no puede editarse. Celebramos lo imperfecto porque es auténtico. Como nosotros.
Un vinilo se raya.
Una foto analógica queda borrosa.
Un dado rueda torcido y cambia el destino de una partida.
Se siente irremediablemente humano.
Por eso los posts de escritura te dicen que no te preocupes por léxico, gramática u ortografía; porque esos errores harán a tu escritura “más humana”.
Más allá del "vintage estético", volver a los vinilos, a las películas en disco, a las cámaras analógicas, a los juegos de mesa, es una acción intuitiva de recuperar algo que hemos ido perdiendo: vivir el presente.
Los formatos físicos, con sus limitaciones inherentes, obligan a detenerse, a saborear con lentitud.
Entonces, tienes que escuchar el álbum completo, porque puede que sea la última vez (¡escándalo en la era de la playlist!).
Estas restricciones, lejos de frustrar, liberan. Nos obligan a vivir el momento como viene, no como lo imaginamos. Nos quitan la ansiedad de las infinitas alternativas no elegidas.
Y atesoramos el momento vivido.
Porque lo finito es único; irreversible; memorable.
Buscamos Equilibrio, No el Pasado
No nos engañemos. No estamos presenciando un retorno masivo a lo analógico (sería la máxima ironía, mientras escribo esto en un teclado digital para ser consumido en pantallas).
Nadie está cancelando su suscripción a Spotify para depender exclusivamente de vinilos, ni abandonando los e-readers por completo.
Pero tampoco vinimos a esta vida a acumular archivos en la nube.
Lo que vemos es un reajuste. Después de la borrachera digital de los últimos 20 años, estamos madurando en nuestra relación con la tecnología.
La fase inicial de fascinación absoluta está dando paso a un enfoque más selectivo y consciente.
Usamos lo digital para la eficiencia, la escala, la democratización.
Usamos lo analógico para experiencia sensorial, conexión social, atención plena.
Y así, mientras escribo este artículo en mi computadora para que lo leas en tu pantalla, tengo a mi lado una libreta con notas a mano y garabatos, junto a unos cuantos libros comprados en la FILBO.
Lo mejor de ambos mundos.
¿Qué placer analógico has redescubierto últimamente?
Dos recomendaciones que se desprenden de este post:
Uno de los libros que adquirí este fin de semana (izquierda).
El juego de mesa que más he disfrutado el último año (derecha).
¿Lo leíste/jugaste? Contame.